Fotografía en blanco y negro de un niño negro sobre quien cae abundante agua en un espacio abierto.
El fotógrafo mantiene escasa distancia, suficiente para recrear un plano de tres cuartos del único protagonista y abarcar el paisaje que se abre a su espalda. La cercanía del objetivo respecto de la escena fotografiada produce una sensación de inclusión en el espectador, que podría formar parte de la acción. Es ésta una de las principales características de la obra de Arcenillas, su capacidad para introducirse en los paisajes y habitáculos donde retrata a personas en situaciones de vulnerabilidad, facilitando la empatía.
La densidad del revelado enfatiza las cualidades de la imagen, que adquiere texturas gelatinosas y atmósferas densas donde casi se podría respirar al observar.
La pieza forma parte de una serie de tres fotografías galardonadas con el Premio Mayor Zaragoza (2008)